El esfuerzo de las maderas culmina sin ruido,
pero será el llanto erguido estrechado
contra potencias acuáticas.
Llegarán los acechos, precursores angustiados
sin amapolas, rezarán un rosario
putrefacto a un atrio inmóvil.
Los arco iris levantarán peldaños regados
de estilos, asociados por cadenas inquebrantables.
Perdonad los sellos, el llegar escondo,
somos los altaneros, el paso no mejorará,
ni las corrientes, ni los envueltos febriles,
ni las cadenas orales…
Redondos los asientos, el aire palidece,
el andante merece laureles, su copa
cálida la llenarán los días y las noches.
Pero no miréis que la tormenta caerá
sin piedad. Entonces lloraremos.
Vendrá un mensajero a labrar
collares anchos y el origen será
aceptado.