Voy a ir dejando un surco abierto,
Tras la reja espiritual de la existencia,
Para compartir mi semilla, junto a otras,
En el vientre fecundo de la tierra.
Voy a ir dejando un surco abierto,
Abriendo con mi arado nuevas huellas,
Para que en el, transiten hombres libres,
Siguiendo una tradición que no esta muerta.
Para que en el, aprendan nuestros hijos,
La plegaria inconfundible de la siembra,
El legado que dejaron mis abuelos,
Con su historia salpicada de leyendas.
Esa historia de orientales labradores,
Un día, ensombrecida por la guerra,
Convirtió picanas en tacuaras,
Trocando trabajo por tragedia.
Después, la paz hecha semilla,
Esparció por los campos su inocencia,
Surcando cielos a los cuatro rumbos,
Con sus raíces de amistad fraterna.
Con la piel tostada por los soles,
Y las manos curtidas de manceras,
Voy a seguir mi rumbo hacia el ocaso,
Sin odios, rencores ni protestas.