Es la muerte en setiembre
como una golondrina de gigantescas alas
absurdamente negras
oscuras sin motivo, ya casi es primavera
y la muerte debiera
de llegar florecida.
Debería ser viento con pétalos de flores;
traer alas de nubes
con olor a malvones
y subir por la escala del Sol al Paraíso.
Pero no… siempre llega
como una sombra oscura
y desciende a la tierra por escalones yertos…
¡Yo me niego a esa muerte!
¡yo la quiero en setiembre
aromada de rosas, de clavel y glicina!
Yo la quiero con alas
blancas como las nubes
y tibia como un rayo de sol al mediodía.
Y si acaso es oscura
-por ser la ley Divina-
¡Que tenga mil estrellas y un creciente de luna!