Aquí son las heridas
que los claveles cubren, varoniles,
cual metalurgia erguida
de rayos y centellas, siendo miles
las sombras y los rostros mas terribles.
Aquí el desnudo abismo
con huesos calcinados y alas fuertes;
y en recio paroxismo
de risa idolatrada, vida y muerte
se miran reavivando lo mas breve.
También yo vago errante.
También la risa tengo acumulada,
cercano lo distante
y, aunque la tuera crezca huracanada,
mi mano sigue firme. Apasionada.
Y apasionadamente
el bronce y la madera en mis arterias
se vuelven mar candente
de transitoriedades y materias
que buscan y me piden ser presencia.